Textos de Leonard Cohen en El último lector
You want it darker
Si eres tú quien reparte las cartas, yo estoy fuera del juego.
Si tú eres el que cura, significa que estoy maltrecho y ROTO.
Si tuya es la gloria, entonces mía es la deshonra.
Quieres más oscuridad,
apagamos la llama.
Magnificado, santificado, sea tu nombre sagrado.
Denigrado, crucificado, en el armazón humano.
Un millón de velas encendidas por la ayuda que nunca vino.
Lo quieres más oscuro.
Aquí estoy, aquí estoy (hineni hineni)
Estoy listo, mi Señor.
Hay un amante en la historia,
pero la historia sigue siendo la misma.
Hay un arrullo para el sufrimiento,
y una paradoja a la que culpar.
Pero está escrito en las Escrituras,
y no es ninguna afirmación inútil..
Quieres más oscuridad,
apagamos la llama.
Están poniendo a los prisioneros en fila,
y los guardias están apuntando sus armas.
Yo me revolví contra algunos demonios,
eran clase media y aburridos.
No sabía que tenía permiso para asesinar y mutilar.
Quieres más oscuridad.
Hinéni, hinéni.
Estoy listo, mi Señor.
Magnificado, santificado, sea tu nombre sagrado.
Denigrado, crucificado, en el armazón humano.
Un millón de velas encendidas por la ayuda que nunca vino.
Lo quieres más oscuro,
apagamos la llama.
Si eres tú quien reparte las cartas, déjame salirme del juego.
Si tú eres el que cura, eso significa que estoy maltrecho y roto.
Si tuya es la gloria, entonces mía será la deshonra.
Quieres más oscuridad,
Hinéni, hinéni.
Hinéni, hinéni.
Estoy listo, mi Señor.
———————————————————————————————————————————–
Traidor
Voy a cerrar el libro intencionadamente parsimonioso.
La belleza reside en la lentitud en la que somos conscientes de todo lo que nos ocupa. Visualizo un campo de batalla esencialmente triste, cadáveres de extranjeros que deambulan desahuciados enarbolando la bandera inútil y pretenciosa del orgullo.
¡Siempre hacia adelante! Gritan… Se abrochan sus trajes, se ajustan las corbatas, se perfilan los labios con el rojo de moda mientras dejan entrever el suculento valle de sus pechos con la malévola castidad de los mercaderes.
Imagino que su tiempo es como un barril repleto de harina mojada con el que juegan, retorciéndolo sin cesar y sin motivo, un fango pasteloso pero de blanco impoluto que lo hace (presuntamente) inocente.
Y de ahí no se sale , entretenidos con la propia sombra tapando la luz.
Soy demasiado cobarde como para mantenerme alejado de todos ellos. Acepto las reglas del juego y me vengo arriba con la vanidad de los visionarios mediocres que perciben que ese no es su sitio pero que no hacen ni el más mínimo esfuerzo en encontrar el suyo.
Digo que me disfrazo para pasar desapercibido, pero sé que el disfraz soy yo.
La lucidez (que luego siempre se me olvida) me tararea sólo tres palabras; cultura, amor y respeto.
Suenan obvias pero conjugarlas sin objetivos perversos es jodidamente complicado.
Sospecho que no podré garantizarte que no seré un traidor. Mis debilidades siempre me han precedido.
Cierro el libro y me siento culpable por haberles llamado cadáveres. A veces soy un irremediable idiota. Lo siento, nunca quise hacerles daño.
Fuente: El último lector – FM La Patriada.